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PARA COMENZAR BIEN EL 2015

Al inicio del año nuevo, la liturgia nos propone meditar el pasaje donde encontramos la invocación que el mismo Dios dice a Moisés y que encontramos en el libro de los Números 6, 24-26: “El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor; el Señor te muestre su rostro y te conceda la paz”.

Al inicio del año nuevo, la liturgia nos propone meditar el pasaje donde encontramos la invocación que el mismo Dios dice a Moisés y que encontramos en el libro de los Números 6, 24-26: “El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor; el Señor te muestre su rostro y te conceda la paz”.

Esta invocación y/o bendición, debe tener como resultado la paz de la persona; pero ¿qué necesito para estar en paz? Como respuesta podemos hacer una lista interminable de necesidades (regularmente en automático pensamos en cosas materiales) pero pueden ser desde situaciones espirituales, físicas o materiales y cada uno puede hacer una lista de lo que considera necesario para estar en paz, pero quizá es mejor preguntar ¿qué me impide estar en paz conmigo mismo? Y la respuesta a ésta pregunta viene en otra dirección, ya no de afuera hacia dentro, sino de dentro hacia afuera, quizá dando paso a algo más fundamental.

Debo decir que a mi mente vienen algunas palabras, intentando responder:
La primera es: equilibrio en mi persona, pero el equilibrio es una condición en mí que debo desarrollar a cada momento; no puedo pensar que un día alcancé el equilibrio (en mi alimentación, a nivel espiritual, en mi salud, etc) y no debo esforzarme más.

La pregunta también me invita a hacer propósitos y cumplirlos, no significa porque el día 1º del año me propuse hacer ejercicio y el día 2 fui al gym, ya cumplí mi propósito; porque entonces viene la segunda palabra: perseverancia, para sentirme bien, necesito cumplir con lo que me comprometo, porque habla de responsabilidad de mi hacia mí persona. Y ya que un propósito es un compromiso conmigo mismo, luego entonces, necesito ser responsable de mí y formal… todo esto tiene que ver con la autoestima y el grado de importancia y valor que me doy a mí mismo. Jesús mismo nos dejó un único mandamiento que nos permitiría trascender: amarás al Señor tu Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo (Lc 10,27; Mt 22,34-40). El secreto de la paz, el amor, el equilibrio, la perseverancia; no está fuera de nosotros, sino dentro. En la medida en que yo me amo, acepto, soy responsable y formal conmigo mismo, en esa medida lo seré para con los demás.

Qué este primer mes del año nos demos la oportunidad de hacer una revisión de nuestra actitud para con nosotros mismos, Dios quiere decir bien de nosotros, pero nosotros ¿qué decimos de nosotros mismos con nuestras actitudes?

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