En la homilía de la Misa de inauguración del Sínodo de los Obispos sobre la Familia, el Papa Francisco hizo una profunda reflexión sobre el drama de la soledad de las personas, en medio de un mundo que vive la paradoja de estar globalizado y en el que son cada vez más los que están solos.
El Papa usó para su reflexión la experiencia de Adán relatada en el Génesis, quien experimentaba la soledad porque “no encontraba ninguno como él que lo ayudase”.
El Santo Padre explicó que la soledad es “el drama que aún aflige a muchos hombres y mujeres” de nuestro tiempo que “vive la paradoja de un mundo globalizado en el que vemos tantas casas de lujo y edificios de gran altura, pero cada vez menos calor de hogar y de familia”.
En medio de esta globalización, aparecen “muchos proyectos ambiciosos, pero poco tiempo para vivir lo que se ha logrado; tantos medios sofisticados de diversión, pero cada vez más un profundo vacío en el corazón; muchos placeres, pero poco amor; tanta libertad, pero poca autonomía”.
“Son cada vez más las personas que se sienten solas, y las que se encierran en el egoísmo, en la melancolía, en la violencia destructiva y en la esclavitud del placer y del dios dinero”.
Francisco dijo luego que “hoy vivimos en cierto sentido la misma experiencia de Adán: tanto poder acompañado de tanta soledad y vulnerabilidad; y la familia es su imagen”.
Ahora, continuó, se ve “cada vez menos seriedad en llevar adelante una relación sólida y fecunda de amor: en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, en la buena y en la mala suerte”.
“El amor duradero, fiel, recto, estable, fértil es cada vez más objeto de burla y considerado como algo anticuado. Parecería que las sociedades más avanzadas son precisamente las que tienen el porcentaje más bajo de tasa de natalidad y el mayor promedio de abortos, de divorcios, de suicidios y de contaminación ambiental y social”.
El Papa se refirió luego a “los ancianos abandonados incluso por sus seres queridos y sus propios hijos; en los viudos y viudas; en tantos hombres y mujeres dejados por su propia esposa y por su propio marido”.
También recordó a las muchas personas “que de hecho se sienten solas, no comprendidas y no escuchadas; en los emigrantes y los refugiados que huyen de la guerra y la persecución; y en tantos jóvenes víctimas de la cultura del consumo, del usar y tirar, y de la cultura del descarte”.